miércoles, 31 de mayo de 2017

Para que yo me llame Ángel González


Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

lunes, 29 de mayo de 2017

Don Quijote, XI (primera parte)

En el capítulo XI de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, titulado: de lo que sucedió a don Quijote con unos cabreros, encontramos el discurso sobre la Edad de oro. Os dejo la parte que vamos a comentar:


Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano y, mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones: 

—Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes: a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia: aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre; que ella sin ser forzada ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra, y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas como van agora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los concetos amorosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar ni quién fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, sola y señera, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propia voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta; porque allí, por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. Desta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agradezco el gasaje y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero. Que aunque por ley natural están todos los que viven obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavía, por saber que sin saber vosotros esta obligación me acogistes y regalastes, es razón que, con la voluntad a mí posible, os agradezca la vuestra.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Cervantes y la leyenda de Don Quijote

Este es el documental que os servirá para preparar la unidad sobre Cervantes y el Quijote. Fijaos bien en las preguntas que plantea el narrador sobre la vigencia de esta novela en la actualidad. Saramago, Günter Grass, Vargas Llosa, Francisco Rico... grandes nombres de la Literatura occidental, hablando de la experiencia vital y literaria que supone leer esta interesantísima novela.


miércoles, 17 de mayo de 2017




No sigas las huellas de los antiguos
Busca lo que ellos buscaron.

Matsuo Bashō (松尾芭蕉)



Interpretaciones de El extranjero

En este vídeo José Mª Ridao vincula filosofía, mitología y novela. Una interpretación muy interesante que podéis ampliar con los comentarios de Albert Camus y Maurice Blanchot.


Es un libro muy ajustado y su tono es... el deseado. Es cierto que se eleva cuatro o cinco veces, pero es por evitar la monotonía y para dotarlo de una incierta composición. Mi Extranjero no trata de justificarse con el capellán. Se enfada que es muy diferente. (...) En este capítulo, como en el resto del libro, se limita a responder a las preguntas que le hacen (...) El sentido del libro se expresa con toda exactitud en el paralelismo de las dos partes. Conclusión: la sociedad necesita gentes que lloren en el entierro de su madre; o bien, uno nunca es condenado por el crimen que parece. Por otra parte, se me ocurren otras diez conclusiones posibles (...) El extranjero describe la desnudez del hombre frente al absurdo.
Albert Camus: Carnets I, Gallimard, 1942.

Hace mucho tiempo que resumí el extranjero con una frase paradójica: “en nuestra sociedad todo el que no llora en el entierro de su madre corre el riesgo de ser condenado a muerte”. Solamente quería decir que el protagonista del libro es condenado porque no juega el juego. En este sentido es extranjero para la sociedad en la que vive, en la que vagabundea marginalmente en los límites de una vida privada, solitaria, sensual. Por eso muchos lectores le han considerado como un desgraciado. Sin embargo, tendremos una idea más exacta del personaje o más conforme en todo caso con las intenciones del autor, si nos preguntamos en qué Mersault no juega el juego. Y la respuesta es bien sencilla: se niega mentir, cosa que hacemos todos, todos los días, por simplificar la vida. Mersault, aunque parezca lo contrario, no quiere simplificarla. Dice las cosas como son, se niega a enmascarar sus sentimientos y, claro, la sociedad se siente amenazada. Se le pide que se arrepienta de su crimen. Responde que más que arrepentimiento lo que siente es aburrimiento y eso le condena. Mersault para mí no es ningún desgraciado. Es un hombre pobre y desnudo, enamorado del Sol. Lejos de carecer de toda sensibilidad, le anima una pasión profunda por el absoluto, por la verdad. No nos equivocaríamos mucho si interpretamos El extranjero como la historia de un hombre que sin ninguna actitud heroica acepta morir por la verdad.
Albert Camus, Nouvelles, 1955.

El extranjero es la imagen misma de la realidad humana. La extrañeza del héroe no es la de un individuo que se siente extranjero ante las convenciones y las leyes. Representa el sentido que adquiere la existencia cuando se contempla fuera de los modos de pensar y de sentir del uso cotidiano. Se trata de esa originalidad esencial que se afirma enteramente en el presente y que, cambiando toda casualidad en destino, choca con el mundo con las cosas y con la sociedad.
Maurice Blanchot, Falsos pasos, Pretextos, 1977.

domingo, 7 de mayo de 2017

Dos poemas, dos heterónimos



Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.

También escribí en mis tiempos cartas de amor,
como las demás,
ridículas.

Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.

Pero, al final
sólo las criaturas que nunca han escrito
cartas de amor
son las que son
ridículas.

Quién volviera al tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.

La verdad es que hoy
mis recuerdos
de aquellas cartas de amor
son los que son
ridículos.

(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículos).

Álvaro de Campos  (para oírlo y leerlo en portugués clica aquí)


El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que en verdad siente,

Y, en el dolor que han leído,
a leer sus lectores vienen,
no los dos que él ha tenido,
sino sólo el que no tienen.

Y así en la vida se mete,
distrayendo a la razón,
y gira , el tren de juguete
que se llama corazón.


Fernando Pessoa (para leerlo y oírlo en portugués clica aquí)

Fernando Pessoa y la confederación de las almas

Fernando Pessoa es el poeta de los heterónimos, esos otros autores que formaban parte de él mismo, cada uno con su personalidad, su biografía y sus propias creaciones. Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Bernardo Soares, Álvaro de Campos... 

Vamos a leer algunos de sus poemas y conocerlo mejor. Abajo tenéis un vídeo de la Televisión portuguesa sobre su biografía y este enlace que os llevará a un especial sobre su vida y poética en la revista Amberes.

Os recomiendo la novela de Antonio Tabucchi Sostiene Pereira, en la que el protagonista nos habla de una teoría curiosa sobre la personalidad: 

Quisiera hacerle una pregunta, dijo el doctor Cardoso, ¿conoce usted los médecinsphilosophes? No, admitió Pereira, no los conozco, ¿quiénes son? Los más importantes son Théodule Ribot y Pierre Janet, dijo el doctor Cardoso, fueron sus obras lo que estudié en París, son médicos y psicólogos, pero también filósofos, propugnan una teoría que me parece interesante, la de la confederación de las almas. Explíqueme esa teoría, dijo Pereira. Pues bien, dijo el doctor Cardoso, creer que somos «uno» que tiene existencia por sí mismo, desligado de la inconmensurable pluralidad de los propios yoes, representa una ilusión, por lo demás ingenua, de la tradición cristiana de un alma única; el doctor Ribot y el doctor Janet ven la personalidad como una confederación de varias almas, porque nosotros tenemos varias almas dentro de nosotros, ¿comprende?, una confederación que se pone bajo el control de un yo hegemónico. El doctor Cardoso hizo una breve pausa y después continuó. Lo que llamamos la norma, o nuestro ser, o la normalidad, es sólo un resultado, no una premisa, y depende del control de un yo hegemónico que se ha impuesto en la confederación de nuestras almas; en el caso de que surja otro yo, más fuerte y más potente, este yo destrona al yo hegemónico y ocupa su lugar, pasando a dirigir la cohorte de las almas, mejor dicho, la confederación, y su predominio se mantiene hasta que es destronado a su vez por otro yo hegemónico, sea por un ataque directo, sea por una paciente erosión. Tal vez, concluyó el doctor Cardoso, tras una paciente erosión haya un yo hegemónico que esté ocupando el liderazgo de la confederación de sus almas, señor Pereira, y usted no puede hacer nada, tan sólo puede, eventualmente, apoyarlo.



jueves, 4 de mayo de 2017

El extranjero, Albert Camus




Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer”.






L’Étranger, El extranjero o El extraño, es la primera novela de Albert Camus. Su protagonista, Mersault, es un individuo que no se reconoce dentro de la sociedad y que entiende la existencia como un absurdo continuado. 

Mersault acepta los hechos de su vida monóntona, con indiferencia y sin emociones. Cuando su jefe le propone viajar a París para encargarse de una nueva sucursal, contesta que “no se cambia nunca de vida, en cualquier caso todas las vidas valen lo mismo”. Incluso cuando Marie, la mujer que claramente desea, le propone matrimonio, él le responde que le da igual. No llora la muerte de la madre e, inexplicablemente, se convierte en un asesino sin causa aparente. No se arrepiente ante quien le juzga y lo único que es capaz de sentir es aburrimiento. Ha sido arrojado a un mundo que le es indiferente y en el que sus opiniones no valen nada. 

Mersault es un hombre-autómata que actúa y responde llevado por la inercia de la cotidianidad y de su escepticismo ante las grandes preguntas del ser humano: su destino, dios, la existencia... porque las considera inabordables.

Meursault, es un ser humano sin esperanza, apático, que afronta con pasividad lo que le sucede y que nos plantea el conflicto que recorrerá la mayor parte de la obra de Albert Camus: cómo ser individuos únicos, libres e indomables, y que ello no reste ni un ápice el compromiso con el otro, tan igual y tan diferente a uno mismo.

Para su lectura en pdf podéis pinchar aquí. Si queréis ver la adaptación cinematográfica de Lucino Visconti, os dejo con youtube.