Si tengo suerte, voy a estar conectado de todos los modos posibles
en una cama de hospital. Tubos metiéndose
en mi nariz. ¡Pero traten de no asustarse por mí, amigos!
Les digo ya mismo que esto está bien.
Es poco lo que pido en el final.
Alguien, espero, va a haber llamado a todos
para decirles, “¡Vengan rápido, no está respondiendo!”
Y van a venir. Y va a haber tiempo para mí
para que me despida de cada uno de los que amo.
Si tengo suerte, van a acercarse un paso más
y voy a poder verlos una última vez
y llevarme ese recuerdo conmigo.
Seguro, quizá posen sus ojos sobre mí y quieran irse corriendo
y aullar. Pero, en cambio, como me quieren,
van a levantar mi mano y decir “Coraje”
o “Va a estar todo bien”.
Y tienen razón. Está todo bien.
Todo perfecto. ¡Si tan sólo supieran cuán contento me pusieron!
Sólo espero seguir con esta suerte, y hacerles
alguna seña de reconocimiento.
Abrir y cerrar los ojos como diciendo:
“Sí, los escucho. Los entiendo”.
Podría incluso arreglármelas para decirles:
“Yo también los quiero. Sean felices”.
¡Ojalá! Pero no quiero pedir demasiado.
Si no tengo suerte, como me merezco, bueno,
simplemente me desplomaré, así no más, sin chances
de despedirme o de apretar la mano de nadie.
O de decir cuánto me preocupé por ustedes y disfruté
de su compañía todos estos años. En cualquier caso,
traten de no llorar por mí mucho tiempo. Quiero que sepan
que fui feliz mientras estuve acá.
Y recuerden que les dije esto hace un tiempo – en abril de 1984.
Pero estén alegres por mí si puedo morir en presencia
de amigos y familiares. Si esto sucede, créanme,
salí bien de ésta. Esta vez, no perdí.
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